Las ventajas de tener un yo-digital.
Desde los inicios del e-learning corporativo, los desarrolladores de capacitaciones virtuales han recurrido al uso de personajes animados como facilitadores del aprendizaje.
Tutor o asistente.
Ambos son distintas formas de referirnos a la función primordial que asumió este tipo de recurso pedagógico: la de recuperar ciertos aspectos del rol del docente de aula en un contexto muy distinto al presencial.
Entonces, los personajes tenían rasgos gráficos comunes. Hombres o mujeres de mediana edad, vestidos formalmente, que aparecían en nuestras pantallas en determinados momentos del trayecto formativo, por supuesto, si el diseño didáctico era juicioso y planificado.
Era común asociar su presencia con la bienvenida al curso, la presentación de objetivos o de temas, la orientación al usuario (“estamos aquí, esto es lo que falta”), y los feedbacks en las actividades en los cursos e-learning coporativos.
Un verdadero híbrido entre docente y guía turístico que brindaba cierta familiaridad a un formato educativo, entonces, completamente novedoso para la mayoría de los usuarios.
Y llegaron los avatares
Ahora bien, en la segunda década del s.XXI, el contexto para desarrollar un proyecto e-learning corporativo es significativamente diferente a aquel de los primeros años.
Cambiaron las tecnologías, maduraron las concepciones de educación, y sobre todo, cambiaron los usuarios.
Hoy, nos encontramos con generaciones “seteadas” en la cultura gaming, para quienes sumergirse e intervenir activamente en mundos virtuales es tan natural como para un pez nadar en el agua.
Es en este escenario donde la figura del avatar surge como una evolución necesaria de aquellos primeros personajes animados de las capacitaciones de las empresas.
Contexto
Para la religión hindú, se llama “avatar” a la “encarnación terrestre” de una deidad.
En e-learning, sobre todo en sus vertientes gamificadas, la propuesta iría en la dirección contraria. Hablamos más bien de que un ser concreto atraviesa un proceso de “digitalización” para poder operar en un mundo virtual.
Ahora, el personaje animado es una proyección del propio usuario en la pantalla, ocupando el rol de sujeto activo en el proceso de aprendizaje.
El avatar no tiene “el saber”, por el contrario, ocupa el lugar de “aprendiz”. Así, en los cursos que los usuarios pueden elegir y customizar sus avatares, estos aparecen no para “bajar conceptos” y “brindar lineamientos”, sino para adquirirlos a la par de su versión “real”. Tampoco están allí para decirles, en el marco de un ejercicio, si lo han hecho bien o no, sino para festejar o afligirse según cuál haya sido el resultado.
Este combo de identificación (que tiene mucho de emocional) ayuda a que el usuario asuma el proyecto de aprendizaje como un desafío personal, además de traer a la educación eso que vuelve a los videojuegos tan entretenidos y atrayentes.
Por supuesto, los avatares no reemplazan por completo a la figura del asistente o tutor. Su uso dependerá un análisis de los destinatarios y del tipo de contenido a trabajar.
Por ejemplo, son ideales para proyectos de inducción en compañías de perfil tecnológico y donde los millenials y “generación y” predominan en las incorporaciones. También para aquellos donde los contenidos se presten para un aprendizaje basado en la toma de decisiones.
Caso de éxito: Lo Jack
Por ejemplo, para una compañía como LoJack, asociada a la tecnología de avanzada aplicada a la seguridad, el uso de avatares surgió como una excelente opción para aprovechar en su programa de inducción, Somos LoJack.
La propuesta de cara al colaborador fue encarar un plan de entrenamiento para el logro de los objetivos corporativos. Y para ello, se lo invitó a “sumergirse “en un mundo tecnológico” a través de un avatar que podía elegir y customizar.
Desarrollamos un set de avatares con nombres de fantasía, bien de videojuegos, pero que remitieran al nombre de la empresa.
Ellos eran Jack-O, LaCki, LouKa. Cada uno con una personalidad distintiva asociada a los valores corporativos de la compañía.
Una vez que el colaborador había elegido el avatar, podía personalizarlo con distintas variantes de peinado, vestimentas, y accesorios.
En equipo con el cliente, logramos una propuesta atractiva, entretenida y eficaz, no sólo a nivel formativo sino también a nivel marca empleadora.